SI NO "CONTROLAMOS" A LOS ANIMALES, SE REPRODUCIRÁN DE FORMA CAÓTICA Y ACABARÁN CON NOSOTROS

familia oso

 

SE NOS PRESENTA AQUÍ una situación como sacada de una chistera, una realidad virtual que sólo puede existir en la mente fantasiosa de quien la propone. Plantear las cosas en tales términos parece poco serio. La mayor parte de los animales que mantenemos esclavizados de por vida y que ejecutamos en masa son de carácter pacífico y asustadizo, incapaces de causarnos daño a sabiendas. ¿De verdad alguien puede creer que si no pasásemos a cuchillo a los corderos, a los pollos, a los cerdos o a los conejos, éstos se organizarían como en las animaciones de Walt Disney y arremeterían contra la sociedad humana? Aunque esbozásemos una hipótesis similar (forzando al límite nuestra capacidad imaginativa), serían más bien ellos quienes tendrían su legitimidad moral intacta para defenderse de todas las atrocidades de que les hacemos víctimas. Además, el planteamiento parece sugerir la idea de que este mundo debía de ser un caos incontrolable antes de nuestra llegada. No se entiende muy bien quién “controlaba” a los pollos y a los terneros en etapas pretéritas. Por cierto, ¿había pollos (tal y como hoy los conocemos) entonces? Me temo que no, puesto que la industria que cría animales para después matarlos en serie es un invento muy reciente en la historia humana, en realidad del último medio siglo. Nos encontramos en consecuencia ante un escenario en el que, supuestamente, debemos “controlar” a los animales que nosotros mismos creamos. Se me ocurre que para no vivir en permanente estado de angustia ante la posibilidad de que ovejas o gallinas se organicen en peligrosos comandos urbanos y acaben con nuestra cultura milenaria, podríamos decidir no crear ni más ovejas ni más gallinas, evitando así ese estado de temor ante una supuesta revolución animal.

LA REALIDAD SE NOS MUESTRA MUCHO MÁS SIMPLE, y tal vez por ello perversa: causamos grandes dosis de sufrimiento a los animales simplemente porque nos hemos empeñado en creer que, por nuestra condición de seres humanos, tenemos derecho a hacerlo. En realidad, se trata de un abuso de poder grosero e infinito. El término “controlar” no es desde luego el más adecuado. Al menos no más que aplicarlo en el caso de las sociedades esclavistas o sexistas, en las que bien podríamos recurrir a un argumento (léase excusa) similar para legitimar el sometimiento de negros y mujeres al poder establecido, pues sabido es que siempre hubo quien advirtió del “peligro” que supone conceder derechos a negros y mujeres, por el grave riesgo de que acaben dominando a la comunidad blanca y masculina, respectivamente. No existe ninguna suerte de “causa-efecto” entre el infierno que hacemos pasar a los animales y el supuesto peligro que entrañan para nuestra seguridad. Este último no es más que fruto de una idea tan ilusoria como malintencionada.

RESULTA OBVIO SUPONER que un cambio profundo en nuestras costumbres iría adecuando cada realidad coyuntural a la etapa posterior, con lo que el número de animales explotados iría disminuyendo poco a poco hasta desaparecer, por lo que no cabe temer una “invasión animal” de nuestro territorio. Por desgracia para ellos, la gente no se va a hacer vegetariana de un día para otro, aunque cabría establecer tal hipótesis y pensar cómo se supone que deberíamos actuar ante un ejército de animales a los que ya no veríamos como comida. El panorama se presenta ciertamente complicado, aunque, conocida la inmensa tragedia que hemos reservado a trillones de inocentes a lo largo de nuestra historia, propongo un capítulo final medianamente digno para nuestra especie, como es asumir los gastos que conllevase regalar a los supervivientes del holocausto una vida placentera hasta su muerte natural, pues, además de asumir con ello un elemental ejercicio de justicia con carácter retroactivo, no me parece que el dispendio económico necesario para el “gran gesto final” superase al que ahora invertimos para matarlos en masa. Y en cualquier caso, siempre sería un justo pago a tanto crimen impune.  

POR CIERTO, y dado que a algunos parece causar honda preocupación la posible reproducción caótica de los animales si no los “controlamos”, no estaría de más que esas mismas personas aportaran alguna sugerencia para frenar la reproducción humana, caótica y peligrosa como la que más. Al fin y al cabo, existe un gran consenso en cuanto a los efectos devastadores que ha provocado y sigue provocando la explosión demográfica del Homo sapiens. La misma línea argumental seguida para los animales valdría para nuestro caso, y tal vez la liberación física de los peligrosísimos animales que mantenemos secuestrados sirviera como factor de corrección ecológico.

 

FUENTE >>tu tambien eres un animal 2


 

 

 

 

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