LAMENTAMOS EL SILENCIO DE PARTE DE LA OPOSICIÓN MUNICIPAL DE VITORIA SOBRE LA CARRERA DE BURROS

Que sepamos, dos de los tres grupos de la oposición en el consistorio gasteiztarra (Bildu y PSOE, por estricto orden alfabético) aún no se han pronunciado públicamente hasta el momento sobre el affaire carrera de burros (a pesar de ser esta constante noticia local durante las últimas semanas), y particularmente sobre la sarta de exabruptos que el alcalde ha regalado a la prensa a raíz de la polémica. Este “sorprendente” silencio puede tener varias interpretaciones, desde luego, entre las que nuestra organización baraja como muy probable la pura y simple conveniencia política, asumida desde su lado menos virtuoso (¿comercial?).

 

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En efecto, llama la atención que ni uno ni otro grupo mueva ficha tras el escandaloso desprecio hecho por el Sr. Maroto a la Recomendación de la Sindicatura, en el sentido de denegar el permiso para llevar a cabo la patética competición. Con independencia del ataque de pánico que evidentemente le cogió a la citada institución, en su informe deja claro que el evento contraviene la normativa proteccionista de aplicación en Gasteiz, pues los animales padecen angustia y estrés (omitiendo sospechosamente la agresión física que también se produce). Con dicha Recomendación en la mano –a pesar de no ser vinculante–, parece lógico deducir que el primer edil, en su calidad de máximo representante local, debería ordenar a quien corresponda actuar de oficio. Pero, lejos de hacerlo, se alía con la Comisión de Blusas y Neskas (en una instantánea para la historia) y deja en sus manos algo que se muestra objetivamente ilegal. (En este preciso punto, y por colocar a cada cual en su sitio, nos permitimos recordar que el incumplimiento consciente de la ley bien pudiera considerarse un acto de “violencia administrativa”, a falta de reservarle otros calificativos más ásperos). Sin embargo, parece que ciertos partidos muestran una “escasa disposición” a decir las cosas claras en según qué terrenos, no vaya a ser que salgan en una foto que no desean, consumida ya más de la mitad de la legislatura y con los motores en marcha.

 

Por otro lado (y aunque hubiéramos deseado una declaración más “natural”), nos congratula comprobar que el PNV parece tenerlo claro, pues su portavoz invitó en pública tertulia a “reinventar la fiesta en Gasteiz”, en inequívoca referencia a la carrera de burros, añadiendo que “la fiesta ha de hacerse compatible con el respeto a los derechos de los animales”. Nos ilusiona pensar que la formación jeltzale incluya en esta reflexión a la criminal tauromaquia.

Así las cosas –y salvo que otros, con nombres y apellidos, se enroquen en una postura mercantilista–, no creemos errar en nuestro diagnóstico: la carrera tiene sus días contados, por suerte para sus víctimas directas, para la imagen de la capital de Euskadi, e incluso para la Comisión de Blusas y Neskas.

El alcalde ha dado en los últimos tiempos buena muestra de la idiocia moral en que se halla inmersa una parte sustancial de la clase política de este país (vasco o español, lo mismo da para el caso, por desgracia), despachando un listado de banalidades que ningún representante público debería poder permitirse. El Sr. Maroto dice “conocer bien las tradiciones locales”, y acaso no le falte razón, pues entre ellas no parece estar algo tan elemental en cualquier administración decente como el cumplimiento de la ley. No conviene engañarse con según qué imagen pública ofrecen algunos de nuestros representantes, por mucho servicio cosmético gratuito que les ofrezcan los mass media, porque aquí nos conocemos todos (o deberíamos). También subraya ahora que “la tradición sin maltrato es posible”. ¡Sesudo aforismo, vaya que sí! Algo intuíamos en tal sentido. Lo que sucede es que hasta ahora, y respecto a ciertas realidades, esta compatibilidad no se ha dado, y la carrera de burros constituye una excelente muestra. Ya nos contará nuestro ínclito alcalde cómo se hace para trasladar a unos animales –tímidos y desconfiados por naturaleza, y razón no les falta– al centro de una turbamulta vociferante, sin que ello les afecte en lo más mínimo. Estamos ansioso por conocer la fórmula. Y que nos ilustre de paso sobre cómo respetar al toro mientras se le clavan toda suerte de arpones acerados hasta la muerte. Ignoramos, por cierto, si también piensa que resultan compatibles ciertas otras “tradiciones” que tienen entre sus víctimas a humanos; a él mismo hasta hace no tanto. Que lo explique clarito, porque ATEA también tiene su opinión al respecto. 

El alcalde no pierde ocasión de recordar a la ciudadanía que él está a favor de mantener el circo “tradicional”, es decir, con animales enjaulados, obligados día tras día a ejecutar números incompresibles para ellos, extremo que solo se consigue a base de amenazas y castigos físicos. Y remata la reflexión (que nadie le ha pedido, por cierto) con un estúpido “los padres ya saben a qué espectáculo llevar a sus hijos”. ¿Pero qué clase de sandez es esta? ¡Por supuesto que los padres deciden la educación que ofrecen a sus pequeños! ¡Pero manifestar esta trivialidad no lleva a ninguna parte! Porque, de hecho, hay padres que educan en valores homófonos, misóginos, de desprecio al medio ambiente, o incluso inculcan la idea de que la violencia ideológica queda justificada con solo considerar los objetivos finales un bien mayor. ¿También cree el alcalde Maroto que no ha de legislarse sobre ciertos ámbitos, porque ya están ahí los padres y las madres para decidir?


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