ATEA INSTA A TODOS LOS PARTIDOS POLÍTICOS QUE CONCURREN A LAS PRÓXIMAS ELECCIONES A CONDENAR DE FORMA EXPLÍCITA TODAS LAS VARIANTES DE PRÁCTICAS TERRORISTAS, SIN DISTINCIÓN DE GÉNERO, ORIENTACIÓN IDEOLÓGICA O ESPECIE DE LAS VÍCTIMAS

La Asociación para un Trato Ético con los Animales (ATEA) desea instar públicamente a los diferentes partidos políticos que estos días se afanan en conseguir votos de la ciudadanía a que manifiesten su rechazo a todas las formas de violencia gratuita, y que aparquen así definitivamente una esquizofrenia moral inaceptable en el siglo XXI, que hace que mientras se condenan algunas formas de agresión, tildadas en ocasiones de “terrorismo”, callan cómplices ante otras acaso no menos terroristas, llegando a abrazarlas y aun a promocionarlas. ATEA manifiesta desconocer que exista en estos momentos una sola formación política con representación institucional en el Estado español que condene sin fisuras toda forma de violencia gratuita a inocentes. En tal sentido, y como reflexión adicional, se da la particular circunstancia de que, al tiempo que ciertos partidos acusan –no entramos a valorar si con razón o sin ella– a otros de no condenar como debieran determinadas formas de violencia (en concreto la de carácter ideológico), ellas mismas muestran una absoluta y preocupante indolencia ante otras igual de indeseables para las víctimas, cuando no las  aplauden sin el más elemental pudor.

Si quieres que sigamos rebelándonos, pincha AQUÍ. Los partidos políticos representados hoy en las distintas instituciones estatales se limitan a incluir sólo individuos humanos en sus apreciaciones éticas, y establecen en ocasiones incluso en este campo dramáticas excepciones que dejan en la más terrible vulnerabilidad a ciertos sectores sociales. Los animales no cuentan en sus reflexiones. Pero los animales constituyen en realidad una parte sustancial del problema si de violencia gratuita tratamos, teniendo en cuenta factores mensurables como el número de individuos implicados y el grado de sometimiento (agresión) que se ven obligados a soportar. No abundaremos en detalles, pues lo hemos hecho con anterioridad en infinidad de ocasiones, pero digamos una vez más que, bajo nuestro estricto punto de vista, la violencia institucionalizada que hoy ejerce la comunidad humana sobre el resto de animales pasa por ser la más devastadora que nuestra historia haya conocido jamás, sin posible parangón con ninguna otra forma de agresión entre humanos. Subrayado lo cual, digamos también que somos los primeros interesados en conocer los razonamientos que puedan aportarse para echar abajo dicho diagnóstico.

El término terrorismo es aplicado hoy con evidente relajación a multitud de escenarios que tienen que ver con ciertas formas indeseables de nuestro comportamiento. Es por ello que oímos hablar de “terrorismo machista” para definir la violencia ejercida sobre las mujeres en el ámbito doméstico, lo mismo que a veces se ha empleado la expresión “terrorismo medioambiental” para calificar el vertido consciente de sustancias nocivas a los ríos, e incluso se habla de “terrorismo vial” para designar la actitud criminal de algunos conductores, quienes llegan a recorrer kilómetros en sentido contrario por una simple apuesta. También se reserva la etiqueta de “ecoterroristas” a quienes tratan de ofrecer a los [inocentes] prisioneros animales un razonable grado de bienestar. En general, debería resultarnos sencillo comprender el objetivo que se persigue recurriendo a tan ásperas definiciones: la condena de hechos considerados de especial repugnancia ética. Lo que en ATEA nos resulta por igual difícil de entender es por qué no debieran reservarse similares epítetos a otras formas de violencia institucionalizada como las que se ejercen sobre animales inocentes, en un abanico de variantes casi infinito, por cuanto se manifiestan lo mismo en el campo del entretenimiento que en el de la ciencia o la gastronomía. Si creemos que procede asestar la etiqueta de “terrorista” lo mismo al militante de cualquier organización clandestina violenta que al maltratador de mujeres, debe de haber muy buenas razones para no reservar idéntico calificativo a los toreros o a los domadores de leones. Y, teniendo en cuenta que quien auspicia, justifica e incluso ofrece cobertura intelectual a los primeros incurre en delito flagrante, tengamos en cuenta que en similar delito moral incurren no sólo las instituciones que a sabiendas incumplen las distintas leyes de protección animal una vez tras otra y en la más absoluta impunidad (sabedoras de que ostentan el poder y que de él pueden abusar a su antojo), y lo mismo hacen los partidos políticos que miran para otro lado, sea por una patética corrección política, sea por falta de coraje, sea por simple iniquidad moral. ¿Resulta pertinente calificar de “terrorista” a la patronal por las injusticias que comete con los obreros y no hacer lo propio con el segmento político que permite y aun apoya orgulloso la tauromaquia? ¿No son acaso las corridas de toros una forma diáfana de “terrorismo lúdico”? ¿Es moralmente más reprochable la colocación de explosivos que asestar la puntilla en la arena a un ser agonizante, expresados sean los ejemplos desde la “indeseabilidad” de la víctima? Alguien tendrá que dar oportuna respuesta a estas preguntas, pero quizá no ATEA, por haberlo hecho cientos de veces en las dos últimas décadas.

En tan hediondo escenario, la inminente cita electoral nos ofrece sin embargo una bocanada de aire fresco entre esperanzadora e ilusionante, puesto que concurren a ella varias formaciones que en su programa sí incluyen una defensa honesta y transparente de la naturaleza en general y de los animales como individuos en particular. Desde ATEA nunca hemos mencionado siglas para recomendar su voto, y seguimos con nuestra política de asepsia, aunque apelamos al sentido común y ético de la ciudadanía para elegir en conciencia. Lo que sí hace ATEA es señalar con el dedo acusador a determinadas formaciones que, o se quedan muy lejos de hacer lo que estaría en su mano, por el poder que atesoran, o directamente promueven y aplauden expresiones de violencia gratuita hacia inocentes. Es por ello que consideramos que, desde un punto de vista animalista, es una mala opción votar al PSOE (Partido Socialista Obrero Español), quien ya ha demostrado una dramática tibieza en el campo que nos ocupa, y ha llegado a decantarse con claridad por realidades tan prescindibles como dolorosas, a lo que hay que añadir una preocupante deshonestidad por incumplimiento de programa. Con todo, el caso del PP (Partido Popular) entra de lleno en el terreno de la perversión moral, y en pura justicia cabe calificar a esta formación de criminal, habida cuenta de que en su programa despliega un inequívoco espaldarazo a la tauromaquia. Abundando en anteriores reflexiones, digamos que al Partido Popular le asiste una escasa autoridad moral para [en pura hipótesis] alegrarse por el cese de la violencia terrorista de ETA cuando ellos mismos auspician sin el menor rubor formas concretas de agresión gratuita a inocentes.

Aunque escasa, albergamos una cierta, ínfima esperanza de que los medios de comunicación se hagan eco de este mensaje en medio de la fragorosa y al mismo tiempo narcotizante campaña electoral, que hagan un hueco en sus apretadas agendas, que dejen por un momento de recoger sumisos hoy las mismas banalidades mitineras de ayer y con firme promesa de las mismas para mañana. Que abandonen por un instante lo [quizá] importante para fijarse en lo [seguro] esencial.        


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