ATEA remitió días pasados una carta a la alcaldesa de la localidad guipuzcoana de Pasaia donde se le hace constar el reiterado incumplimiento de la normativa proteccionista en dicho municipio, al menos en lo que se refiere a la donación de animales vivos como premio, hecho que viene aconteciendo desde hace años con motivo de diversas festividades celebradas en el barrio de Trintxerpe, en las que algunas casetas de feria regalan pececillos de colores a quienes demuestren ciertas habilidades. En más de una ocasión ATEA ha advertido de esta situación al consistorio, sin que nos conste que se haya puesto en marcha protocolo alguno al respecto. Tal y como le indicamos en el escrito, sería tan fácil como advertir a los feriantes de la normativa, antes de y durante su paso por la localidad. El Ayuntamiento ni siquiera se ha dignado dirigirse a nuestra organización al objeto de hacernos llegar sus impresiones, comportamiento que entendemos como mínimo desconsiderado, y como máximo indecente. Las diferentes instituciones públicas parecen olvidar que se deben a la sociedad, de manera especial si esta hace parte de su labor denunciando el incumplimiento de las leyes.
Si deseas que sigamos luchando por los animales, APÓYANOS.
La protección animal en Euskadi se rige por la Ley 6/1993, de 29 de octubre, que en su lista de prohibiciones incluye la de “Hacer donación de los mismos como reclamo publicitario, premio o recompensa, a excepción de negocios jurídicos derivados de la transacción onerosa de animales” [Artículo 5.d]. Queda claro, por tanto, que los hechos denunciados incumplen de manera clara el texto de la Ley. Aunque debiera resultar innecesario, se recuerda a la alcaldesa que, como entidad administrativa, tiene no solo la potestad, sino la obligación de actuar de oficio ante casos similares, solicitándole que se tomen las medidas oportunas para que circunstancias similares no vuelan a acontecer.
Como reflexión genérica, ATEA considera que el incumplimiento de la normativa por parte de las distintas administraciones competentes en materia proteccionista –constante y consciente en la mayoría de los casos– socava la verdadera esencia de la democracia y el Estado de derecho, por cuanto este pierde autoridad para exigir a sus ciudadanos que las cumplan en su conjunto. Es por ello que esperamos la oportuna diligencia por parte del consistorio en los hechos que se narran, para que de esta forma sus víctimas reciban el trato que de verdad merecen, y que no es sino el que cualquiera de nosotros desearíamos.
Queremos pensar que Euskadi es una sociedad avanzada y moderna, para lo que por fuerza debe incorporar elementos éticos como la protección efectiva de los animales, y por descontado el escrupuloso cumplimiento de las leyes vigentes.
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