ATEA remitió en la mañana de ayer un escrito-denuncia al alcalde de Santa Cristina de la Polvorosa (Zamora), localidad en la que el pasado 1 de mayo se soltaron al menos un cerdo y un conejo (ambos de corta edad) como parte de los festejos de Quintos 2014, tal y como queda reflejado en el Programa de numerosos carteles publicitarios colocados por la zona.
La denuncia ha sido interpuesta al considerar que el acto vulnera la Ley de Castilla y León de Protección de los Animales, de 24 de abril de 1997. El texto ofrece una lista de prohibiciones respecto al comportamiento ciudadano para con ellos, como “Matar, maltratar a los animales, o someterlos a prácticas que les puedan producir padecimientos o daños injustificados” [Artículo 4.2.a]. A nuestro juicio, resulta obvio que la mera manipulación de los mismos ha de provocarles por fuerza diversos grados de angustia y temor, máxime cuando el propósito es su captura por personas en estado de euforia por la propia naturaleza del acto (una celebración en sí misma lícita). En similar sentido, la citada normativa establece en su Artículo 4.2.m la prohibición de “Imponerles la realización de comportamientos y actitudes ajenas e impropias de su condición o que impliquen trato vejatorio”. Consideramos por igual evidente que los hechos incumplen la Ley, por cuanto sus promotores y los mismos participantes mostraron una notable desconsideración hacia los intereses de cerdos y conejos. Y todo esto se torna aún más grave al constatar que el propio Ayuntamiento –lejos de cumplir y hacer cumplir las leyes, obligación que adquiere como toda administración pública– colabora en dichos actos, tal y como reza el cartel anunciador.
Recordamos en nuestra misiva al alcalde que los animales –como nosotros mismos– son entes biológicos capaces de experimentar dolor físico y padecimiento emocional, y que los hechos denunciados provocaron sin duda alguna a las víctimas un severo estrés, o, dicho de otra forma, sufrimiento. Además, en este tipo de escenarios resulta esencial reconocer la completa gratuidad del uso de animales para divertimento del pueblo, pues en la gran mayoría de los actos programados, de hecho, se prescinde de ellos. En ATEA entendemos que, si de verdad queremos merecer la etiqueta de “racionales”, tenemos que aprender a dejar de divertirnos a costa del malestar ajeno. Se trata en el fondo de poner en práctica un elemental ejercicio de empatía.
Como reflexión adicional, nos parece cuando menos paradójico que en la misma localidad y hace apenas unos meses un nutrido grupo de vecinos acudiera a la iglesia con sus animales para que el santo patrono les ofreciera su bendición (ver noticia). Quizá se trate en efecto de quienes no aprueban el uso de inocentes para el divertimento público, o acaso se trate de una esquizofrenia moral más de las muchas que padecemos los humanos.
Si deseas que sigamos luchando por los más desfavorecidos, APÓYANOS.
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