ESTABLECER UNA CLARA DIFERENCIA entre el denominados "tráfico legal" (regulado) e "ilegal" (permitido) de animales es, cuando menos, una muestra de desprecio hacia los derechos más básicos de éstos en tanto que individuos. El deseo de volar y de emparejarse es tan intenso en el loro del amazonas raptado de su hábitat, como lo es en el periquito adquirido en la tienda de mascotas de la esquina, que lleva ya varias generaciones de cautiverio. La adquisición consciente de animales en los llamados “establecimientos especializados” supone apoyar un cruel negocio del que sus protagonistas siempre son víctimas inocentes.
PERO LA TRATA DE ANIMALES que pertenecen a especies en peligro tiene connotaciones añadidas. Junto con el tráfico de armas y de drogas, el tráfico ilegal de animales o de sus restos está considerado como uno de los negocios internacionales más rentables.
LA DEMANDA EXISTENTE en los países ricos es el detonante de todo el proceso. El precio final es muy alto, y a los proveedores iniciales se les paga un bajo precio en su calidad de pobres. La etapa intermedia es la que enriquece a los traficantes, que presionan a aquellos que capturan a los animales para que envíen el máximo número de ellos, descuidando las condiciones en que lo hacen. Así, no es de extrañar que, según especies, existan casos en los que hasta el ochenta por ciento de los ejemplares mueren durante el viaje. Tal vez sea porque muchos son envueltos en papel de periódico como si fueran bocadillos, o introducidos en masa en pequeñas maletas. Basta con que una pequeña proporción llegue a su destino final, para que las cuentas salgan.
NO ES DIFÍCIL LLEGAR A LA CONCLUSIÓN de que los proveedores iniciales ven en éste nuevo negocio una forma fácil y rápida de hacer dinero, que además se desarrolla en un medio que ellos conocen bien, por lo que les resulta atractivo. Pero no tienen en cuenta que esquilman la selva de manera brutal. No tienen inconveniente en talar árboles si sospechan que pueden conseguir un par de polladas, a las que alimentan sin ningún tipo de cuidado hasta el punto de introducirles la papilla en los pulmones y matarlos.
HABLAR DE "SUERTE" para aquellos individuos que consiguen sobrevivir a esta deportación masiva, es poco más que una cruel ironía. El resto de su vida permanecerá en un sucio terrario o en una diminuta jaula. Volar o huir del enemigo se convierten, respectivamente, en una ilusión y en un imposible. Su mundo se reducirá a la cortina del salón, al trocito de asfalto que se deja ver desde la ventana y a un constante viaje de ida y vuelta hasta la cocina.
LOS ANIMALES NO SON NUESTROS, y no tenemos ningún derecho a condenarlos al cautiverio perpetuo.